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Milei, ¿el primer trabajador?

2 min readAug 19, 2023

Desde su aparición en los canales de televisión, Milei se presentaba como alguien vehemente e irreverente. Él iba a debatir sus ideas anarcocapitalistas a lugares dónde jamás habían escuchado hablar de Murray Rothbard y lo miraban como a un loco. Estaba dando la “batalla cultural” Con el tiempo, su carisma y las consecuentes subidas de rating, junto con la creciente tragedia económica, le hicieron ganar popularidad y su mensaje liberal fue permeando en el discurso de la política tradicional. Logró insertar en el debate ideas y términos que parecían prohibidos en la Argentina posterior al 2001.

Su eventual irrupción en la política partidaria, durante la interminable cuarentena de AlFerdez, presentaba una novedad. Milei es una figura que tiene muchos rasgos que lo hacen muy atractivo hacia el electorado argentino. Se asemeja más a un peronista que a un no-peronista. Es popular, carismático y un poco mesiánico. Parecería ser un peronista no doctrinario. Incluso tiene un nivel de intransigencia en términos de discurso y debate que lo asemejan a cierta líder que se encuentra en sus antípodas ideológicas. Su irreverencia es típica de los nuevos liderazgos que están surgiendo en el mundo. Cuestiona todo lo establecido, algo que en Argentina es especialmente atractivo dada la crisis permanente en la que vivimos, y no le importa nada lo que sea políticamente correcto. Dice lo que quiere.

Era predecible que su mensaje calara en una sociedad que ha experimentado un estancamiento económico que lleva más de una década y que arrasó con dos gobiernos de signo distinto. Nadie dudaba que él iba a hacer una buena elección. Ahora, este inesperado resultado que lo llevó al primer puesto probablemente hubiese sido imposible sin los desdoblamientos provinciales, que le permitieron prescindir de miles de candidatos locales. Esto evitó que los oficialismos provinciales arrastrasen más votos para sus candidatos nacionales y, quizá, hubiese fragmentado el voto de Juntos por el Cambio, permitiendo la reelección de ciertos gobiernos que terminaron perdiendo.

Por otro lado, en una eventual derrota electoral del peronismo en estas elecciones, sería muy difícil no imaginar un cuestionamiento al liderazgo kirchnerista y un intento de renovación interna del justicialismo. Especialmente si Kicillof no es reelecto en Buenos Aires, algo factible dada la escasa diferencia de votos entre las dos primeras fuerzas. Además hay que considerar la pérdida de su casa matriz, la pingüinera.

Lo cierto es que hoy Milei tiene chances reales de llegar a la Casa Rosada. Haciendo un ejercicio de imaginación, ¿podría un eventual gobierno de Milei, que lograse algún tipo de gobernabilidad con el ‘peronismo federal’ y una parte de Juntos por el Cambio, y que pudiese estabilizar mínimamente la economía, ser el inicio de una renovación peronista bajo su liderazgo? Y en caso de una derrota, ¿Reconocería el resultado? Son preguntas interesantes, en esta Argentina en pleno proceso de reconfiguración política sin un destino claro.

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Federico Parma
Federico Parma

Written by Federico Parma

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